Nunca como ahora México y el mundo en general requieren de una cultura científica, de una política científica de Estado.
La semana pasada las noticias y las redes sociales desataron un sinnúmero de expresiones de insensibilidad, de xenofobia, de indolencia y los criterios impregnados de una economía dogmática que ha privilegiado lo privado, lo individual por encima del bien común, del bienestar social, que eliminó de la cristiandad ama al prójimo y se quedó con solo el a ti mismo.
“En el más fuerte de lo términos pido a México que detenga este ataque”, anunció Trump ante una multitudinaria caravana de hondureños. Nuestro gobierno, aún en funciones, raudo y veloz obedeció enviando a la Policía Federal. De inmediato las redes sociales de inundaron de beneplácito por la acción represiva contra familias enteras e improperios despectivos contra los migrantes.
Esa manifestación de odio “no es exclusiva de un puñado de estadounidenses o europeos afincados en un vetusto paradigma territorial y étnico. Ha estado presente, y lo sigue estando, en varios sectores privilegiados de México, Centro y Sur América. Su semántica es el miedo convertido en intolerancia e insensibilidad hacia la otredad”, expresó el investigador social de la UNAM, Felipe López Veneroni.
Ese odio tiene raíz en el miedo al conocimiento, según investigadores como el neurocientífico Pablo Rudomin, del CINVESTAV, y el biólogo evolutivo tijuanense Antonio Lazcano Araujo, de la UNAM, durante el Tercer Encuentro Libertad por el Saber organizado por El Colegio Nacional.
La ciencia ha descubierto que la genética de cada uno de nosotros la compartimos con todos los seres vivos del planeta, conocimiento que derrumba las ideas de “raza”, concepto que junto a la ignorancia son impulsados desde el poder para explotar y aprovecharse de los demás, expuso Lazcano.
Asimismo, todos tenemos un pasado migrante, el planeta se pobló de humanos en por lo menos tres grandes migraciones que partieron de un rincón de África, entre 3 millones a cuarenta mil años atrás, lo que hace insostenible el rechazo y miedo a los emigrantes.
“Pareciera que hemos sido castigados históricamente por querer conocer y saber más”, expuso Rudumin y agregó, “ha habido miedo al conocimiento”. ¿A quiénes conviene que la gente sea ignorante?, y responde: “a quienes tienen el poder porque (saben) que el conocimiento conduce a la libertad”, y a ello se suma “la pobreza educativa que permea todo quehacer creativo”.
Mientras, en Ensenada, el pasado viernes Gerardo Sánchez reportó la inconformidad de los científicos porque los recursos de las multas a los partidos políticos destinados a la ciencia han sido aportados al sector privado, durante el Foro Investigación, Desarrollo Tecnológico e Innovación; se debe hacer ciencia con un propósito social y no para beneficio de unas cuantas empresas. Así las cosas.